No hay duda de que el teletrabajo ha sido la salvación durante la pandemia y, si en algo están de acuerdo todos nuestros asociados, es que ha permitido continuar ofreciendo un servicio de calidad a los clientes, sin que la productividad se haya visto afectada. Uno de los principales retos, y en el que todos han realizado un gran esfuerzo, ha sido el de potenciar la comunicación interna a través de entornos colaborativos absolutamente imprescindibles ante la falta de contacto personal, un hecho que los trabajadores han valorado muy positivamente al haber ganado seguridad y no haberse sentido solos, sin el respaldo del equipo.
Pero, indudablemente, dado el “ataque por sorpresa” de la COVID-19, en ese modelo “pandemia” fuimos reactivos y ahora, en la “post pandemia”, nos toca ser proactivos. Así que, llegado a este punto, ¿cómo vemos el futuro? Pues, como dice la canción de Jarabe de Palo:
Depende ¿de qué depende?
De según como se mire, todo depende.
¿Y por qué decimos eso? Porque ahora mismo hay un montón de variables e incertidumbres que afectan tanto a las empresas, como a los clientes y a los empleados y deberemos realizar una importante labor de análisis, valoración y planificación antes de tomar decisiones que van a condicionar, en gran medida, el trabajo y el servicio ofrecido a los clientes.
Por un lado, tenemos la nueva ley del teletrabajo que está paralizada y que habrá que analizar cómo se aplica, los costes y la carga laboral y administrativa que implica en un entorno en el que ya se ha producido un importante ajuste en los márgenes. Por otro lado, también seguimos con el problema de la distancia social que sigue estando inamovible en 1,5 metros y que condiciona el espacio operativo en las plataformas.
Además, debemos valorar que no todos los trabajadores están en la misma situación, hay algunos que por razones personales y de conciliación prefieren teletrabajar, mientras que otros prefieren acudir a la plataforma.
Asimismo, somos conscientes de que las nuevas incorporaciones necesitan un apoyo diferente de aquellos que llevan más tiempo en la empresa porque, además de transmitir los conocimientos, tenemos que hacerles vivir los valores de la compañía y ayudarles a que se sientan parte del equipo.
De igual modo, hay servicios muy complejos en los que los clientes quieren tener la certeza de que los trabajadores asignados a ellos disponen de la formación y el soporte adecuado para gestionarlos. Hay veces que tener un apoyo físico, y no solo digital, es fundamental.
Con todo, lo que sí hemos percibido en nuestros asociados es que, en la medida de cada situación, las plataformas van a ir reconvirtiéndose, progresivamente, en espacios más flexibles y versátiles, que permitan combinar acciones de gamificación, formación, vinculación de equipos, etc., con otros espacios asignados a proyectos porque, ciertamente, se ha producido un cambio cultural y de manera de trabajar.
En cualquier caso, es indudable que somos seres sociales y como tal necesitamos interactuar con nuestros homólogos por lo que las instalaciones se convierten en algo más allá que el simple puesto de trabajo. Es el lugar donde vamos a coincidir con nuestros compañeros, bien sea para trabajar, bien para formarnos tanto en herramientas, como campañas, productos o cursos de desarrollo personal, bien para realizar actividades de team building o bien para, simplemente, socializar.
Por tanto, lo más lógico sería apostar por un modelo híbrido que satisficiese a todas las partes, ya que en ese equilibrio óptimo todos saldremos ganando: las empresas, los clientes y los empleados. Para ello, será fundamental aplicar en nuestras organizaciones un criterio que llevamos mucho tiempo usando con los clientes: la personalización. Con este objetivo en mente, el número de días de trabajo presencial y en remoto dependerá de cada casuística porque “de según como se mire, todo depende”.
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